El lenguaje no sexista en la Empresa
El lenguaje tiene un carácter social y es elemento vertebrador del pensamiento humano.
Nuestra actividad diaria está condicionada por el modo en el cual organizamos nuestro pensamiento para afrontar las diversas situaciones con las que nos enfrentamos. El lenguaje se convierte en un elemento regulador tanto de la conducta individual como de la social. Es, por lo tanto, una parte esencial del funcionamiento de la vida humana.
La lengua influye en la forma en que una sociedad se percibe a sí misma y a sus integrantes. El lenguaje refleja la sociedad y, a su vez, la moldea. La influencia del lenguaje se amplía a través de la palabra escrita y de los medios de comunicación.
Del mismo modo el lenguaje es clave en el funcionamiento eficaz de una empresa y en las relaciones que se establecen entre sus trabajadores y directivos. Tanto relaciones formales como informales están mediadas por el lenguaje y el uso de un lenguaje no sexista, que no discrimine a ningún trabajador, es una prioridad cada vez más urgente, máxime ahora que la implantación de planes de igualdad es una exigencia para empresas de más de 100 trabajadores.
Los libros, las revistas, la radio y la televisión transmiten una serie de creencias, valores y actitudes que configuran nuestras concepciones del mundo y nuestra percepción de la realidad.
Por ejemplo:
Cuentos como Blancanieves o la Bella Durmiente estimulan la sumisión y entrega de las mujeres. Otros, como el Gato con Botas o Gulliver desarrollan el espíritu aventurero y audaz de los hombres.
En estos casos y en muchos otros, el lenguaje refuerza la discriminación a través de estereotipos que, forjados por la tradición cultural, no tienen ninguna base científica.
Los prejuicios sexistas que el lenguaje transmite sobre las mujeres son el reflejo del papel social atribuido a éstas durante generaciones. Y, a pesar de los grandes cambios que ha experimentado el papel de las mujeres en las últimas décadas, a través del lenguaje se refuerza su papel tradicional.
Decimos que el lenguaje es sexista cuando la persona hablante emite mensajes que, debido a su forma o a su fondo, resulta discriminatorio por razón de sexo. El lenguaje sexista excluye a las mujeres, dificulta su identificación o las asocia a valoraciones peyorativas.
Por ejemplo: En los cuentos clásicos se perfila “sabio” como un hombre bueno y “bruja” como mujer mala.
En la medida en que las mujeres se han ido incorporado a los espacios de la vida social, política y económica han surgido nuevas palabras destinadas a nombrar esa nueva realidad.
Por ejemplo: “Embajadora” ya no quiere decir “esposa del embajador” sino “una representante de su país en otro”.
En el lenguaje sexista se utiliza uno de los dos géneros (en general el masculino) para referirse a ambos, excluyendo al otro.
Para intentar justificar el uso de dicho masculino se utiliza el principio de “economía lingüística”, que relaciona un lenguaje no sexista con las dobles formas, lo cual es un falso tópico.
Por ejemplo: diputados y diputadas, ciudadanos y ciudadanas. En ambos casos por “economía lingüística” se usa sólo el masculino.
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